Esa
época de mis vacaciones que las aprovecho para pasear por sus calles… Con la
tranquilidad y el sosiego que nos proporciona el clima y esos paseos por
nuestra historia. Que a la vez de la relajación que me produce, me transportan con
sus luces y sombras, a ese estado de espectador de una película histórica.
Quiero continuar cargado con el proyector de la memoria,
un recorrido por otros lugares muy entrañables de mi pueblo, lugares que cada
Semana Santa he recorrido.
Poder describir esa calle Llana, tan emblemática… Esa
Iglesia de San Francisco… Esa Puerta de Córdoba.
Comienzo en el mismo lugar que apagué el reflector de mi
mente describiendo las dos Baenas.
Anclé la nave en mi
primera travesía por el mar de la narrativa. Es indescriptible la sensación, el
sentimiento que fluye de mi cuerpo y se palpa cuando nos introducimos en este
mundo de la escritura.
Como una droga que se introduce en las
venas sin poder parar de expresar lo que sientes, de escribir constantemente.
Cada minuto del día estas pensando en lo que paso y como expresarlo para sacar
lo bello de cada palabra, de cada frase……………… y prosigo.
La Plaza Vieja se abre a mis ojos cuando
llego a ella, después de bajar por detrás de la antigua cárcel. Dejando a mi
derecha el pairón con su baranda que da inicio de la C/Alta. Cruzo esta Plaza
en dirección al bar La Aurora., epicentro de los judíos en los viernes de
Cuaresma y la Semana Santa, mientras cruzo esta plaza asaltan a mi memoria los
recuerdos del Jubileo con sus pitos de agua su tómbola y su ambiente que en los
años de mi juventud era insuperable como todo lo que transcurría por aquella
zona.
A mi izquierda, dejo la
travesía de la puerta córdoba, para dirigirme mas tarde a la Iglesia convento
de San Francisco. La mañana está sobre
nosotros y nuestra somnolencia se ha cambiado en día pleno de luz. Entro en el
bar La Aurora para tomarme una caña con mi amigo Paco Vera, el día es caluroso
y la cerveza fresca. Entra estupendamente, charlamos de nuestra juventud de su
señora y la mía, de los tiempos en que
salíamos juntos, cuando nos echamos novia.
Recordamos los momentos románticos pasados en los reservados del Bar Capitol
o Bar Sabrina con nuestras novias para poderles dar un beso y estar un poco en
la intimidad de la luz tenue que el dueño adaptaba para que las parejas de
novios pudiésemos estar un rato en romántica intimidad, pues era lo que había
en esa época.
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