El verano nos
invita a madrugar a disfrutar del frescor que trae el Alba. A contemplar las
luces y sombras que nos arrastran a su paso.
Para disfrutarlo,
hay que levantarse antes de que amanezca. Contemplar como la luz te llena de
recuerdos, es el mejor momento para pasear, recordar y pensar. También para
escribir, en esos momentos se nos abren los poros del recuerdo… como una
esponja y podemos recordar con más facilidad, como si nos hubiesen inyectado el
suero de la verdad. En esos momentos me encontraba paseando por las calles de
mí pueblo, con el frescor apacible del verano.
Ha esas horas en las que todo se mezcla, sus luces…Las de ese Sol que
quiere empezar a resurgir de sus sombras y estas a su vez empiezan a invadir
las fachadas de las calles… sus rincones y edificios comienzan a realizar esas
figuras fantasmagóricas que producen al mezclarse de luz y oscuridad, dando
paso a la sombra.
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