Me dirijo a los arcos del paseo que están bajo el antiguo cuartel de la guardia civil, el airecillo del amanecer se mete en mi cuerpo y me relaja su frescor, la noche ha sido bastante calurosa y no he podido dormir siendo la causante de mi paseo nocturno.
Frente a mi se encuentran edificios emblemáticos como el Casino, la casa de los Bujalance, La antigua imprenta Cañete o el moderno Teatro Liceo, que era la antigua entrada a la Plaza de Abastos y como olvidar donde me encuentro parado, bajo los arcos del cuartel con la cantidad de balcones en su fachada.
A mi izquierda observo el Ayuntamiento, un edificio grande, feo y diría que grotescamente enladrillado. Sin estética pero majestuoso, como si alguien hubiese dejado de tierra calma parte de nuestra historia y hubiese plantado sus cojones dominando esa época de nuestro pasado, o como si un historiador estuviese avergonzado o acomplejado de ello, y quisiera borrarlo de su mente. Tal vez esas imágenes que son inevitables el pensar en ellas si cruzamos diariamente el lugar y quisiéramos cambiar artificialmente ese paisaje para no recordar algo hiriente.
De nuevo el baúl de los recuerdos comienza a sacar sus imágenes, yo trato de situarlas en el tiempo y en mi mente para darle la forma debida.
“Todos los fines de semana me desplazaba a la parroquia para ayudar a decir misa o para tocar las campanas, pues era impresionante poder subir a lo alto de la torre del campanario
Y poder divisar Baena desde esa altura y algunas veces poder coger nidos de primillas o los pollos con esa pelusa tan blanca y tan pequeñines.