Meta poesía de mi pueblo
En algún rincón de este mundo donde el viento susurra historias antiguas, se encuentra Baena… Mi pueblo.
Cada callejuela guarda un verso oculto, cada piedra es testigo del paso del tiempo y el poeta halla su voz en cada rincón.
El canto de aves corraleras y cantarinas, suenan en las primeras luces del alba escribiendo sobre sus campos dorados,
La pluma los recorre narrando leyendas y sus olivos, en el silencio sabio, donde el canto de las aves se mezcla
en leyendas de raíces profundas, con el eco de mis pensamientos antiguos despido el último rayo del crepúsculo con diálogo eterno entre naturaleza y hombre.
Cada casa blanca, cada balcón florecido, es un verso que se escribe y se borra con el vaivén de los barrios en sus paseos por el ciclo infinito de los recuerdos.
En cada madrugada, los panaderos, con manos hábiles y corazón sencillo, amasan no solo harina y agua, sino también sueños y memorias,
cociendo en sus hornos, los aromas de la infancia, versos dorados que despiertan al alba. Y en la plaza del mercado bullicioso y colorido un crisol de miradas y encuentros,
se convierten en el escenario de mil historias, cada conversación, un renglón nuevo, que añade música al poema de la vida.
Igual que una metáfora del mundo, donde las voces y los olores se entrelazan como las estrofas en un poema.
En las calles empedradas en el barrio de la Almedina y junto a la muralla, las huellas de generaciones pasadas dibujan un mapa de historias no contadas, donde cada esquina guarda un secreto.
| Y en las tardes de verano, al salir la luna, cuando el sol se recuesta en el horizonte, los ancianos, sabios guardianes del tiempo,
comparten relatos de épocas pasadas, con sus palabras, hilos de oro y plata, tejen la trama invisible del recuerdo y los faroles iluminan los senderos con una luz cálida y nostálgica, de las noches estrelladas,
manto de terciopelo sobre el pueblo, invitan al soñador a contemplar el infinito, a buscar en el cosmos respuestas y versos,
mientras la luna, musa silenciosa, inspira serenatas y sonetos en su honor, como un poema que brilla en la oscuridad, revelando la belleza en lo cotidiano.
Su parque, corazón verde del pueblo, es un libro abierto de vida y tiempo, donde los niños juegan y ríen, como versos libres en un poema.
Los bancos de hierro, desgastados por los años, acogen a los soñadores y los amantes, testigos silenciosos de confesiones y promesas, páginas vivas en la memoria del lugar.
El estanque en su rincón frondoso, refleja el cielo y los sueños, un espejo de aguas tranquilas, donde los pensamientos flotan ligeros, como palabras esperando ser escritas.
Y así, es mi pueblo, en su sencilla grandeza, fuente inagotable de inspiración, donde cada rincón es una estrofa y cada vida, un poema por descubrir.
Y aquí, entre sus calles y su gente se convierte en el lienzo y la pluma, en la tinta y el papel, donde la poesía
se entrega a la vida, en un abrazo eterno, y escriben juntos, la obra de la existencia. Dibujando juntos en el lienzo de la eternidad.
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